por Leonid Savin*
La actual
crisis financiera mundial marca la conclusión de los daños causados por la ideología
liberal que, habiendo aparecido en la época de la Ilustración occidental, ha
dominado durante décadas la mayor parte del planeta.
Las voces
perturbadoras y las críticas comenzaron a finales del siglo pasado, con el
surgimiento de fenómenos como la globalización y el uni-mundialismo. Estas
críticas no sólo resonaban desde la oposición exterior —conservadores,
marxistas y pueblos indígenas—, pero comenzaron en el campo de la comunidad
occidental. Los investigadores notaron que el impacto de la globalización
moderna es una consecuencia del liberalismo universal, que se opone a cualquier
manifestación de distinciones. El programa definitivo del liberalismo es la
aniquilación de toda distinción. Por lo tanto, el liberalismo socava no sólo
los fenómenos culturales, sino también el propio organismo social. La lógica
del liberalismo occidental contemporáneo es la del mercado universal
desprovisto de cualquier otra cultura que no sea el proceso de producción y
consumo (1).
La
experiencia histórica ha demostrado que el mundo liberal occidental ha tratado
de imponer por la fuerza su voluntad sobre todos los demás. De acuerdo con esta
idea, todos los sistemas públicos de la Tierra son variantes del sistema
liberal occidental (2) y
sus características distintivas deberían desaparecer antes de que se aproxime
la conclusión de esta época del mundo (3).
Jean
Baudrillard afirma también que este no es un choque de civilizaciones, sino una
resistencia casi innata entre una cultura universal homogénea y los que se
resisten a la globalización (4).
Las
ideologías universales
Aparte del
liberalismo dos ideologías más son conocidas por haber tratado de lograr la
supremacía mundial: el comunismo (es decir, el marxismo en sus diversas
vertientes) y el fascismo-nacionalsocialismo. Como Alexander Gelyevich Dugin ha
observado justamente, el fascismo ha surgido después de las otras dos
ideologías y ha desaparecido antes que ellas. Después de la desintegración de
la URSS, el marxismo, que nació en el siglo XIX, ha sido definitivamente
desacreditado también. El liberalismo, basado principalmente en el
individualismo y en una sociedad atomizada, en los derechos humanos y en el
Estado-Leviatán descrito por Hobbes, surgió debido a la bellum omnium contra
omnes (5) y se
ha mantenido durante mucho tiempo.
Aquí es
necesario analizar la relación de las ideologías mencionadas en los contextos
de los momentos temporales y los loci [propios de una cosa o un hecho
-lat. loci a re, como las causas, los efectos, el lugar, el momento...- n.d.t.]
de los cuales surgieron.
Sabemos que el marxismo era una idea un tanto futurista
—el marxismo profetizó la futura victoria del comunismo en un momento en que no
obstante seguía siendo incierta. En este sentido es una doctrina mesiánica, vista
la inevitabilidad de su victoria que se plasmaría en la culminación y el final
del proceso histórico. Pero Marx era un falso profeta y la victoria nunca
llegó.
El
nacionalsocialismo y el fascismo, por el contrario, trataron de recrear la
abundancia de una mítica edad de oro, pero con una forma moderna (6). El
fascismo y el nacionalsocialismo fueron tentativas para inaugurar un nuevo
ciclo de tiempo, sentando las bases de una nueva civilización en las secuelas
de lo que se consideraba como una decadencia cultural y la muerte de la
civilización occidental (así probablemente la idea del Reich de los mil años).
Esto fue abortado también.
El
liberalismo (como el marxismo) proclamó el fin de la historia, más
convincentemente descrito por Francis Fukuyama (El fin de la historia y el
último hombre) (7).
Tal fin, sin embargo, nunca ocurrió; y en su lugar tenemos un nómada como “la
sociedad de la información”, compuesta de individuos atomizados egoístas (8),
que consumen ávidamente los frutos de la tecno-cultura. Además, enormes
colapsos económicos tienen lugar en todo el mundo; se producen conflictos
violentos (muchas revueltas locales, pero también guerras de larga duración a
escala internacional); y así la decepción domina nuestro mundo en lugar de la
universal utopía prometida en nombre del “progreso” (9).
La Cuarta
Teoría Política y el contexto del tiempo
¿Cómo deben
los expertos de la nueva cuarta teoría política enmarcar sus análisis en el
contexto de épocas de tiempo históricas? Debería ser mediante la unión con la
eternidad que el teórico revolucionario-conservador Arthur Moeller van der Brück
propugnó en su libro Das Dritte Reich.
Si los seres humanos se consideran ellos mismos y al
pueblo al que pertenecen no como entidades momentáneas, temporales, sino con
una “perspectiva de eternidad”, entonces se liberarán de las desastrosas
consecuencias del enfoque liberal de la vida humana, por el cual los seres
humanos son considerados a partir de un punto de vista estrictamente temporal.
Si la premisa de A. Moeller van der Bruck es alcanzada, tendremos una nueva
teoría política cuyos frutos serán simultáneamente tanto conservadores como
portadores de los nuevos valores que nuestro mundo necesita desesperadamente.
Desde tal
perspectiva histórica, es posible entender los vínculos entre el surgimiento de
una ideología dentro de una época histórica determinada, o lo que se ha llamado
el zeitgeist o “espíritu de la época”.
El fascismo
y el nacionalsocialismo vieron los cimientos de la historia en el estado
(fascismo) o la raza (nacional socialismo hitleriano). Para el marxismo era la
clase obrera y las relaciones económicas entre las clases. El liberalismo, en
cambio, ve la historia en términos del individuo atomizado separado de un
complejo de herencia cultural y de contacto y comunicación inter-social. Sin
embargo, nadie consideró como sujeto de la historia el Pueblo como Ser, con
toda la riqueza de los vínculos interculturales, las tradiciones, las
características étnicas y la visión del mundo.
Si tenemos
en cuenta diversas alternativas, países incluso nominalmente “socialistas” han
adoptado mecanismos liberales y modelos que expusieron a regiones con un modo
de vida tradicional a la transformación acelerada, al deterioro o a la
destrucción total. La destrucción del campesinado, la religión y los vínculos
familiares por el marxismo fueron manifestaciones de este desbaratamiento de
las sociedades tradicionales orgánicas, ya sea en la China maoísta o en la URSS
bajo Lenin y Trotsky.
Esta
oposición fundamental a la tradición encarnada tanto por el liberalismo como
por el marxismo puede ser entendida por el método de análisis histórico
considerado anteriormente: ambos marxismo y liberalismo, surgieron del mismo zeitgeist, en el caso
de estas doctrinas, del espíritu del dinero (10).
Alternativas
al liberalismo
Varios
intentos de crear alternativas al neo-liberalismo son ahora visibles – el
socialismo libanés de la Jamahiriya; el chiísmo político en Irán, donde
el objetivo principal del estado es la aceleración de la llegada del Mahdi; y
la revisión del socialismo en América Latina (las reformas en Bolivia son
especialmente indicativas). Estas respuestas anti-liberales, sin embargo, se
limitan dentro de las fronteras correspondientes, en un único estado.
La antigua
Grecia es la fuente de las tres teorías de la filosofía política. Es importante
entender que, al comienzo del pensamiento filosófico los griegos consideraban
la cuestión primordial del Ser. Sin embargo, ellos se arriesgaron a ofuscarse
en los matices de la más complicada relación entre ser y pensar, entre el ser
puro (Seyn) y su expresión en la existencia (Seiende), entre el
ser humano (Dasein) y el ser en sí mismo (Sein) (11).
Por lo
tanto, la renuncia al (neo) liberalismo y la revisión de las viejas categorías
y, tal vez, de la totalidad de la filosofía occidental, son necesarias. Debemos
desarrollar una nueva ideología política que, según Alain de Benoist, será el
nuevo (Cuarto) Nomos de la Tierra. El filósofo francés tiene razón
al subrayar que la reconsideración positiva de la identidad colectiva es
necesaria, porque nuestro enemigo no es “el otro”, sino una ideología que
destruye todas las identidades (12).
Cabe señalar
que tres oleadas de globalización han sido los corolarios de las mencionadas
tres teorías políticas (marxismo, fascismo y liberalismo). Como
resultado, después de ello necesitamos una nueva teoría política, que generaría
la Cuarta Oleada: el restablecimiento de (todos) los pueblos con sus valores
eternos. Y por supuesto, después de la necesaria consideración filosófica, la
acción política debe continuar.
*Leonid
Savin es dirigente del “Movimiento Internacional Euroasiático”, Editor en Jefe
de la “Geopolítica del postmodernismo” en internet (www.geopolitica.ru); Senior
Expert en el Centro de Investigación Geopolítica, y miembro del Centro
de Estudios Clásicos de la Facultad de Sociología de la Universidad Estatal de
Moscú.
Publicado en
la revista Ab Aeterno No. 3.
Notas:
[1] Gustav
Massiah, «Quelle response a la mondialisation», en Après-demain
(04/05/1996), p.199.
[2] Por
ejemplo, la insistencia en que todos los Estados y pueblos deben adoptar el
sistema parlamentario inglés de Westminster como modelo universal,
independientemente de las antiguas tradiciones, estructuras sociales y
jerarquías.
[3] «Les
droits de l’homme et le nouvel occidentalisme» en L’Homme et la société (numéro
especial [1987], p.9)
[4] Jean
Baudrillard, Power Inferno, París, Galilée, 2002. Véase
también, por ejemplo, Jean Baudrillard, “The Violence of the Global”
().
[5] En
Inglés [español, n.d.t.]: La guerra de todos contra todos.
[6] De ahí
la crítica del nacionalsocialismo y el fascismo hecha por tradicionalistas como
Julius Evola. Ver KR Bolton, Thinkers of the Right (Luton,
2003), p. 173 ..
[7] Francis
Fukuyama The End of History and the Last Man, Penguin
Books, 1992.
[8] G.
Pascal Zachary, The Global Me, NSW, Australia: Allen and Unwin,
2000.
[9] Clive
Hamilton, Affluenza: When Too Much is Never Enough, NSW,
Australia: Allen and Unwin, 2005.
[10] Este es
el significado de la declaración de Spengler según la cual “En esto reside el
secreto de por qué todos los partidos radicales (es decir, pobres)
necesariamente se convierten en las herramientas de los poderes del dinero, los
Équites, la Bolsa. Teóricamente, su enemigo es el capital, pero en la práctica
ellos atacan, no la Bolsa, sino la Tradición en nombre de la Bolsa. Esto es tan
cierto hoy como lo fue para la época graciana, y en todos
los países … ” Oswald Spengler, The Decline of the West, (Londres: George Allen
& Unwin, 1971), vol. 2, p. 464.
[11] Véase
Martin Heidegger en estos términos.
[12] – Alain
de Benoist, Contra el liberalismo), Saint-Petersburg, 2009, pp.14 -15.
(Extraído de: Unión de Juventudes
Euroasiáticas, y traducido por la PáginaTransversal).
FUENTE: