10/7/18

El desorden alienta la creatividad

Es comprensible que para muchas personas el caos, el desorden, les parezca algo perturbador, y que –en consecuencia– estén siempre dispuestos a ordenar su entorno como un mecanismo tranquilizador, hasta el extremo de caer en muchos casos en un alienante trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad.


No comprenden estas personas que el caos tiene su propio orden. No entienden que no hay que aniquilar el caos en el orden, sino que hay que integrarlo en él.

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A este respecto, y teniendo en cuenta un famoso estudio realizado en la Universidad de Minnesota por los profesores Kahtlee Vohs, Joseph Redden y Ryan Rahine, los ambientes desordenados no son algo negativo, sino, por el contrario, ayudan al desarrollo de la creatividad, esto es, ayudan a buscar la novedad y los caminos no convencionales.

Con sus experimentos demostraron que los ambientes ordenados representan virtudes rígidas, mientras que los ambientes desordenados alientan a las personas a romper con los comportamientos y convenciones sociales dadas, algo necesario para producir nuevas ideas e innovaciones. Porque los ambientes ordenados incitan a la rigidez; por el contrario, los ambientes desordenados fomentan la libertad. Por tanto, las personas ordenadas son convencionales; por el contrario, las personas desordenadas son más inteligentes y creativas.

Si el caos es una tendencia inevitable, si el desorden es inherente a todo sistema (lo que se llama entropía, segundo principio de la termodinámica), ¿por qué dejarse intimidar por esa legión de obsesos y maniáticos evangelizadores del orden y la limpieza?

Porque, ¿hay algo más odioso que alguien toque las cosas de uno en su casa o en su trabajo, y encima lo haga juzgándote por tu desorden, haciéndote creer culpable, porque él, al mantener su casa o su mesa de trabajo, limpia y despejada, se cree superior?. No entiende este tipo odioso de persona (conocido/a como “metementodo”) que hay gente que se arregla muy bien dentro del orden en el caos de su casa o de su trabajo.

En este punto, si hubiera que encontrar el justo equilibrio, habría que decir que no hay que prestar demasiado atención al orden doméstico, por un lado, y que no hay que dejarse llevar (mucho menos, hundirse) en el caos, por otro. Porque el orden no es sinónimo de limpieza, ni el desorden sinónimo de caos.

Según otro estudio, el realizado en 2015 por los investigadores holandeses Bob M. Fennis y Jacob H. Wiebenga, “el desorden vuelve acuciante la necesidad de completar una tarea, de concluir y alcanzar así algún tipo de orden. Es muy probable que un escritorio desordenado aumente la presión para terminar el trabajo, aunque uno no sea consciente de ello”, de manera que “quienes acumulan pilas de papel permiten que el orden ocurra de manera orgánica y encuentran lo importante antes que quienes los archivan.” (1)

Porque como dice Tim Harford, periodista del Financial Times y autor del libro “El poder del desorden” (Editorial Conecta, 2017): “Los despachos desordenados están llenos de pistas sobre los recientes patrones de trabajo, y estas pistas nos pueden ayudar a trabajar con eficiencia. Por supuesto, es intolerable trabajar en medio del desorden de otro, ya que estas pistas sutiles nos resultan irrelevantes. Son señales de tráfico del viaje de otra persona”. (2)


Palabras que se pueden extrapolar al ámbito doméstico de una casa, donde sus dueños mantienen igualmente sus “pistas sutiles”, sus “señales de tráfico”, que ninguna otra persona ajena debe cambiar, porque de hacerlo se expone sin duda alguna al conflicto.

Quizá les convenga a esos “metementodos”, antes de preocuparse por el orden y el control de las casas ajenas, en definitiva, antes de meterse en la vida de los demás, que reflexionen y tengan en cuenta que “el desorden, como la belleza, está muchas veces en el ojo de quien lo contempla”, y que “quienes defienden que su caos tiene estructura, no mienten.” (3)

Aunque muchos nos tememos que pedir a un “metementodo” obsesivo compulsivo que sea flexible, espontáneo y eficiente, es como pedir a un manzano que de peras.

Y si aún así continúan sintiendo el llamado “estrés del lío”, si les siguen creando ansiedad la desorganización, el barullo de la casa u oficina, le traemos a colación (aún a riesgo de que sufran un “shock” irrecuperable, al ver la imagen) el ejemplo extremo del psicólogo suizo Jean Piaget, reconocido por sus aportes al estudio de la infancia, y por su teoría constructivista del desarrollo de los conocimientos, quien –como refiere Andrea Aguilar– “supo categorizar los periodos de desarrollo cognitivo en los seres humanos, pero fue claramente incapaz de ordenar su despacho en el que parece que estaba acorralado por montañas de libros y papeles.” (4)

El psicólogo suizo Jean Piaget en su despacho en 1979 (murió un año después)

El psicólogo suizo Jean Piaget en su despacho en 1979.

Sin llegar a este extremo de desorden vital, sólo cabe decir por último que, aunque se mantenga cierto orden externo en la casa o en la oficina, siempre habrá algo fuera de sitio. ¡Gracias a Dios!




NOTAS:

(1).- Andrea Aguilar, “Larga vida al desorden”, El País, 11 de agosto de 2017, https://elpais.com/elpais/2017/08/11/ciencia/1502461120_549629.html

(2).- Citado por Andrea Aguilar, op. cit.

(3).- Andrea Aguilar, op. cit.